Domingo, 29 de noviembre de 2015,
apenas faltan unos minutos para las 9 mientras espero ansioso en el cajón de
salida comprobando que mi reloj tiene captada la señal GPS.
Ya he realizado los ejercicios de
calentamiento y termino de estirar cuando a falta de unos segundos me quito el
plástico que utilizo para no enfriar durante la espera.
A la vista, a unos 15 metros
delante de mí, liebre de 3:15, mi objetivo más ambicioso. Mi pensamiento fijado
en actuar con cabeza y no dejarme llevar.
¡Arrancamos! Salida lenta, como
de costumbre. Primeros metros caminando mientras el pelotón se va estirando, ¡y
comenzamos a rodar!
Preparado llevo mi plan de
carrera, en mi pulsera los tiempos de paso y las posiciones de avituallamiento;
en mi reloj, grabado a modo de sesión de entrenamiento, los ritmos fijados en
cinco etapas planeadas.
Primeros 5 kilómetros a un ritmo
más suave del objetivo, debería ser mínimo 5 segundos más lento, y lo cumplo
con buenas sensaciones. Corro entre el pelotón, vamos bastante agrupados,
corredores que adelanto, corredores que me adelantan, un poco caótico pero sin
agobios. La masa parece que se va diluyendo, lo que hace que resulte más cómoda
la carrera.
Paso con buenas sensaciones a la
segunda etapa en la que subo ritmo, 16 kilómetros que deberían ser mínimo tres
segundos más lento que el ritmo objetivo. Supero este ritmo en dos segundos.
Llego al ecuador de la carrera con fuerza, mantengo mi objetivo y continúo mi
plan.
Entro en la tercera etapa, 15
kilómetros que debería realizar al ritmo objetivo, pero como ya lo he superado
y mis sensaciones son buenas, sigo manteniendo el mismo ritmo. Esta etapa
decide como terminas la carrera, la condición física empieza a descubrirte tu
realidad, tu mente comienza a negociar. En el kilómetro 30 empiezo a sentir que
las piernas ya no van como antes, pero pienso en cuantos kilómetros he
recorrido y los pocos que me quedan. En el kilómetro 34 la mente me quiere
traicionar ofreciéndome que baje el ritmo para descansar. Aquí es donde debes
ser fuerte, no hacer caso a tu mente, si tus piernas responden, ¡tira! Por
supuesto que estás perdiendo fuerza pero estás restando kilómetros.
Nos enfrentamos al temible muro,
ese 36 con el que chocas. Tus piernas llevan unos cuantos kilómetros que pesan
más de lo habitual, tu mente intentando convencerte que bajes ritmo,… ¡ni
hablar! Entro en la cuarta etapa de mi plan y ahora toca… ¡subir ritmo! Faltan
poco más de 6 kilómetros para la meta, cansado y con las piernas resentidas apuro
en cinco segundos el ritmo ¡y continúo!
Aquí he sido fuerte y mi cuerpo
resistente porque si no de otro modo no lo podría haber realizado. No
desaproveché ninguno de los avituallamientos, en todos ellos bebí líquido,
aunque fuera un par de tragos sin sed. Adelanté a mucha gente y sentí como todo
el entrenamiento realizado estaba dando sus frutos y afloraba toda la fuerza
que había acumulado.
Llego al kilómetro 40 y mi plan
se estaba cumpliendo como en el mejor de mis sueños, entro en la quinta etapa y
¡más caña! Aún con mis piernas pesadas, mi ego estaba crecido por mi propia
superación, razón que hizo que subiera ritmo haciendo caso omiso a la tentación
de mi mente a bajar y olvidando el cansancio de los kilómetros acumulados.
Hubo momentos en los que rodé en
pelotón como si de guerreros nos tratáramos, momentos con otros corredores en
cierta tertulia, o momentos en los que no me acompañaba ningún corredor, pero
en ninguno de los metros recorridos me he sentido solo. El ánimo de los espectadores
durante toda la carrera fue enorme, incomparable, emocionante, llegando a su
momento álgido en cuanto avistamos el Estadio de Anoeta. La sonora ovación del
público a la entrada de los participantes hace que de mí surja la euforia de la
llegada, se me ponen los pelos de punta, emocionado, aumento mi ritmo y entro
en meta con una sensación única que en ninguna otra carrera sentí de tal modo. La
emoción me embriagó durante unos instantes. Maravilloso.
Mi objetivo más ambicioso se
cumplió con creces, 3:14:06
Después de estas líneas en las
que he querido transmitir mi emoción, quiero agradecer a los que me acompañaron
durante estos meses, que me aportaron su granito de
arena.
Gracias Marcos Peón por instruirme para superar mi objetivo, en ti confié y tu respuesta me hace que siga confiando.
Gracias Pedro Prallong por tu
compañía en los rodajes, hace que los kilómetros parezcan menos.
Gracias a mis amigos que me han
estado siguiendo y animando, es un plus que se agradece mucho y motiva.
Gracias a los Runmarcers que me
han dado su apoyo y ánimo, nuevos compañeros con los que no solo nos
identifican los kilómetros, también convergen experiencias.
Gracias a todos los que me habéis
ayudado que aquí no menciono, no me olvido de vosotros.
Y finalmente, gracias a mi familia, gracias por asumir el
sacrificio que mi afición os supone, en especial a mi mujer Mar, por soportar
horarios, entrenos y salidas; y como no, un lugar especial para mi pequeñina
Elisa, a la que le robo de mi tiempo con ella para poder entrenar. Siempre vais
conmigo. Os quiero.
Como despedida de ésta entrada
solo puedo decir…
¡Continuar trabajando para seguir superando!